"Un león, rey de la selva, se asoma a un pozo, llevado por una intensa sed. En el fondo ve a su reflejo en el agua. Le parece que es un enemigo. Se lanza dentro para atacarlo y matarlo. Cae en el agua. El reflejo desaparece. El león se ahoga.
Esta historia nos quiere hacer comprender que todo lo que nos ataca, nos aterroriza, es nuestro reflejo. La mayor parte de nuestros problemas, son una proyección de lo que no aceptamos ver en nosotros mismos" A. Jodorowsky
Esta historia nos quiere hacer comprender que todo lo que nos ataca, nos aterroriza, es nuestro reflejo. La mayor parte de nuestros problemas, son una proyección de lo que no aceptamos ver en nosotros mismos" A. Jodorowsky
Lo tenía difícil el león, porque sólo puedes saber que eso que ves no te está amenazando cuando sabes que lo que ves es un reflejo pero ¿cómo saber que eso que ves es tu reflejo? La cosa se complica, porque al no haber visto nunca tu imagen, no sabes cómo eres realmente, no sabes RE-conocerte. Es decir, que para conocerte del todo necesitas del reflejo. Ocurre así que deberemos darnos contra el reflejo dolorosa y necesariamente para que ocurran dos cosas de golpe: conocer qué cosa es un reflejo, nuestro reflejo, y conocer qué cosa somos nosotros, es decir, RE-conocernos en ese reflejo. Así pues, podría ser que la mayor parte de nuestros problemas no sean simplemente una “proyección de lo que no aceptamos ver en nosotros mismos”, sino que ciertas cosas "no podemos verlas por nosotros mismos", por lo que difícilmente podríamos aceptarlas o no, y necesitamos enfrentarnos a esos problemas que nos angustian para poder reconocerlas . Y es que todos sentimos sed como la del león, esa insatisfacción que nos empuja en busca de algún tipo de “agua” que calme nuestra ansiedad. Con frecuencia la encontraremos en charcos sin reflejos, beberemos y seguiremos nuestro camino confiados, pero pronto la sed nos atrapará de nuevo y todo volverá a empezar. Sin embargo en ocasiones, y con mucha más suerte, ese ansia nos llevará hasta un pozo, y no nos gustará lo que veremos en el fondo: miedo, ira, ansiedad, desesperanza... Y entonces tendrás que huir o luchar. Quien huye encontrará de nuevo algún charco superficial y sin reflejo, porque abundan más que los pozos profundos, y seguirá su camino como siempre, experimentando esa sed sin entender cómo es posible que nunca se apague por más agua que beba. Pero habrá también quien decida luchar -pocos son los que lo hacen porque no todos llegamos a ser leones- y se arriesgue a saltar contra aquello que ve, teme y no conoce (o no re-conoce). Si ha calculado mal su fuerza se ahogará, y ya jamás dejará de huir de su reflejo. Pero si ha reunido a lo largo de su ir y venir de charco en charco el coraje necesario para nunca rendirse ni dejar de luchar, tendrá la oportunidad de conocer qué cosa es en apariencia y qué cosa es realmente. Sabrá entonces distinguir entre su fuerza y su debilidad, entre sus virtudes y sus bajezas, entre lo que busca y lo que ya ha encontrado. Y conocerá la sed y el agua, y se RE-conocerá en la sed y en el agua, y ya no necesitará huir de si mismo. Así pues, no le quedaba otro remedio al león, por ser león, que saltar al pozo.
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