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viernes, 6 de enero de 2012

Pollo al Chilindrón

Hace unos días, por algún extravagante capricho sináptico de los azarosos procesos bioquímicos de mi cerebro, se me ocurrió preguntar durante un descanso a uno de mis compañeros de trabajo si sabía cómo se cocinaba el pollo al chilindrón. El pobre hombre, más sorprendido que yo por semejante asalto gastronómico durante su pausa cafetera, acertó a responder:
- ¿La receta del pollo al chilindrón? Es fácil. Enciendes el ordenador y tecleas "google" en el navegador. Luego, en el cuadradito escribes "pollo al chilindrón"...
- ¿Todo junto entrecomillado, o por separado? -acerté a responder recuperando el control sobre mis capacidades mentales.
- Da igual. Luego verás que se abre una pantalla llena de recetas...
- ¿Y el perejil?
- Todavía no. Busca una receta que haya puesto ahí una mujer. No te fíes de las recetas que dan los hombres...
- Vale, mientras pondré el perejil sobre la pantalla del ordenador.
- Si, pero con cuidado, no les sienta bien el perejil a los ordenadores.


Y al rato, comenzó a hablar de fútbol con otro que llegó.


Llevaba todo el día intentando recordar esa receta y me asaltó la pregunta con un interlocutor inadecuado. Tal vez si se la hubiese dirigido a la compañera que se sentaba justo a mi lado, aunque  seguramente tampoco sabía por dónde cocinar chilindrones al pollo, el imperativo social de rol, que desde niña le ha obligado a creer que debe saber de cocina, la habría cuando menos desconcertado un instante. Se lo habría pensado, me habría mandado al cuerno o me hubiese contado cómo cocinaba el pollo su abuela... Pero no recurriría a google. El caso es que todavía hay hombres medianamente inteligentes que saben más de fútbol que de cocina, aunque lo más inteligente sea la opción inversa, pues los balones, aunque sean de reglamento, resultan terriblemente indigestos ya se cocinen al chilindrón o a la parrilla. Lo curioso no es averiguar que los libros de cocina estén -como los CDs y los DVDs- en peligro de extinción, cosa predecible, ni que hombres autoproclamados progresistas aún desconozcan las virtudes del perejil en la informática,  cosa lamentable. Ni siquiera que mi compañera de al lado supiera más de fútbol que nadie en aquella reunión de 15 minutos para el café, cosa nada sorprendente ... Lo aterrados del asunto fue que, por algún extravagante capricho sináptico de los azarosos procesos bioquímicos de mi cerebro, se me ocurriera preguntar durante un descanso a uno de mis compañeros de trabajo si sabía cómo se cocinaba el pollo al chilindrón (?). Y es que la mente es realmente sorprendente.

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